El arte de pintar: un refugio para la mente y el alma
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Pintar es una de esas actividades que, sin importar la edad o la técnica, nos devuelven al presente. Es una forma de meditación activa: el color, las formas y las texturas nos conectan con algo más profundo que las palabras.
Cuando pintamos, el tiempo se desacelera. La mente se calma, las preocupaciones se alejan y el cuerpo encuentra su propio ritmo. Al concentrarnos en el color y el movimiento, el cerebro entra en un estado similar al de la meditación: se libera dopamina —el neurotransmisor asociado al placer y la motivación—, disminuye la actividad de la amígdala (relacionada con el estrés) y aparece una sensación de serenidad profunda.
Cada persona encuentra su manera de expresarse: algunos prefieren la libertad de la acuarela o el acrílico, otros disfrutan del gesto pausado de colorear una ilustración ya trazada. En los libros de colorear, por ejemplo, no hay que pensar en el dibujo ni en la composición, y eso libera la mente para simplemente dejarse llevar, como si el pensamiento se deslizara suave, sin exigencias.
Pintar también puede convertirse en un pequeño ritual: encender una vela aromática, poner música instrumental o escuchar afirmaciones positivas mientras los colores fluyen. Pequeños gestos que transforman un momento cotidiano en un espacio de calma y reconexión.
Crear es más que un acto artístico, es una forma de cuidado. Al hacerlo, conectamos con nuestro niño interior, cultivamos paciencia y recordamos que lo importante es la experiencia de estar presentes mientras damos color a la vida.
Cariños, Eli.